Cuando los mineros de Atacama y Coquimbo derrotaron al ejército mapochino.

14 marzo 2010 Déjanos tus comentarios

BATALLA DE LA QUEBRADA DE LOS LOROS, 14 de marzo de 1859.

No ha sido la mayor gesta militar de Atacama, —entre las más notables de la Historia Militar de América— la rebelión de Bernardino Barahona, ni el ataque sobre Pisagua encabezado por el Sargento (médico y Gobernador de Illapel), Enrique Ramos Madrid, ni la subida a las cumbres de Los Ángeles, del Capitán, Rafael Torreblanca, ni la gesta del Capitán, Moisés Arce en los arenales de Tacna, ni la del Subteniente, Carlos Escuti Orrego subiendo las pendientes del Cerro Zigzag en Chorrillos, sino la gesta del General, Pedro León Gallo, con 2 heridas de balas, conduciendo el ataque de sus tropas con corvos en la Quebrada de Los Loros.

Quebrada de los LorosLa Quebrada de Los Loros se encuentra al lado Norte del río Elqui; a 8 kilómetros del mar, frente de Punta de Teatinos; a continuación del sector hoy populoso de Las Compañías y sobre la Hacienda del Olivar. Desde La Serena se atisba oblicua la quebrada a 5 kilómetros. Nace oculta detrás de unas lomas que vienen de la Sierra del Brillador. Va desde el Oeste al Este, y baja circunvalando estos montículos por el lado Oriente. Luego, baja casi recta, y, a medida que avanza, va hundiéndose hasta crear terrazas, antes de caer al río. Por el lado Oeste, el llano es amplio, arenoso y con algunas hierbas; y, por el Este, va una franja acodada a los cerros y que se ensancha hacia el Sur, al llegar al borde de la terraza, donde aparece abruptamente el río, convirtiéndose este sector en un refugio protegido por la quebrada, los cerros del Oriente y las altas terrazas. Cuando la quebrada aparece visible desde el Sur, su hondura es leve y se puede atravesar con cierta facilidad; pero en su último kilómetro la quebrada penetra de 10 metros a 20 metros de hondura y su ancho llega a 55 metros, y sus paredes se vuelven casi de corte horizontal.

Bordeando los cerros del Brillador, las tropas Constituyentes de Atacama y Coquimbo, fueron a formarse al final de la terraza Oeste de la quebrada, y cubrieron casi toda la quebrada visible desde el Sur. Entre los regimientos quedaron distribuidos los cañones; y, frente a las terrazas, un pequeño destacamento de caballería protegía el ala izquierda, donde estaba la Legión Huasquina. El grueso de la caballería revolucionaria estaba en el lado Norte de la quebrada, oculta entre los cerros.
Las tropas del Gobierno avanzaron desde el sector bajo de Las Compañías, en un arco que cubría desde la Hacienda El Olivar hasta la parte Oeste y visible de la quebrada. Así, quebrada por medio, quedaron los ejércitos.

Más de 3000 hombres respiraban afanosamente. Era el amanecer del 14 de marzo de 1859.

Para llegar a ese lugar las tropas revolucionarias debieron engañar a las patrullas del Gobierno. Antes del amanecer las tropas avanzaban con muchas dificultades por las lomas del Brillador, con un cielo que ocultaba las estrellas y una suave llovizna que mojaba los uniformes. Un ataque de las tropas de Silva Chávez –Coronel y destituido Intendente de Atacama— podría ser demoledor en ese lugar. Las mulas y los hombres hacían un tremendo esfuerzo por arrastrar los cañones.

Al amanecer, se le había repartido pan a la tropa, y empezaron a descender la quebrada. La avanzada de Carabineros Constituyentes se vio las caras con las del Gobierno. El Capitán Montes entretuvo a las fuerzas de gobierno. Este engaño permitió, a paso redoblado, a las tropas de Gallo, entrar al cajón Este de la quebrada.

Zuavos ConstituyentesLa batalla empezó casi de inmediato. Eran cerca de las 8 de la mañana cuando Gallo envió a tropas en guerrilla a contestar el fuego enemigo(1).

El poeta, Ramón Arancibia, pidió comandar esas fuerzas. La tropa revolucionaria, —contaba con cerca de 1300 soldados de Atacama y Coquimbo—, se formó con una fuerza de martillo, en el lado derecho y en la parte más plana de la quebrada.

El Coronel, Ramón Arancibia presionó a las fuerzas muy superiores y mejor armadas del Gobierno, para sacarlas del lugar y obligarlas a combatir. Luego de algunas escaramuzas, las tropas de Arancibia volvieron al sector derecho, donde se encontraba el Regimiento Atacama. Silva Chávez, entonces, se puso paralelo a las tropas de Gallo; y, 10 minutos después, el fuego llenó de plomo y plata las paredes de la quebrada.

Anselmo CaravantesLa artillería Constituyente con sus cañones construidos por el ingeniero, Anselmo Carabantes, empezó el fuego exitosamente; y, sólo media hora después, fue contestado por la artillería del Gobierno.
El fuego de los cañones de Silva Chávez, hacían poco daño. Las tropas de Gobierno muy superiores y creyentes que las tropas de Gallo sólo eran “montoneras”, a toque de corneta avanzaron, encabeza por el Regimiento Buin, estrechando las distancias.

Los Constituyentes mantenían un nutrido fuego, pero al poco rato, ya tenían 200 fusiles inservibles y una pieza de artillería.
Gallo arengaba a las tropas, y recorría toda la línea de combate, levantando el ánimo de sus soldados. La contienda era pareja y empezaba a dejar muchos muertos.

Silva Chávez comprendió que el Ejército Constituyente era sólido; ordenó a cargar en el centro del ejército rebelde, para cortarlo en dos y cargó también a la izquierda, para demoler el martillo Constituyente. Las tropas de Gallo, que formaban ese martillo, se vieron envueltas por fuerzas superiores.

Las tropas de Chávez también entraron a la quebrada, subiendo sus laderas hasta los cañones de Gallo. Las bayonetas de los Constituyentes hacían esfuerzos de contener al enemigo que se infiltraba y rompía el centro de sus tropas.

Gallo ve que la batalla se está perdiendo, y ordena a la caballería que cargue por el lado derecho, pero su Comandante se niega.
Juan Ramón Saavedra ataca con su pequeño y cansado escuadrón. José Rivas dispara con un cañón sobre la artillería enemiga, hasta que es derribado con una bala en el pecho. La cantinera, Teresa de Guevara atravesaba entremedio de las balas y los muertos, apoyando a los soldados con agua y municiones. Sin embargo, los Carabineros de Gallo se escapan al río, gritando que “todo está perdido”.

Al comprender Pedro León Gallo que la batalla se perdía, al recorrer toda la línea, ordenó cargar las bayonetas. Los soldados Constituyentes, con su Comandante a la cabeza, se lanzaron sobre las tropas de Gobierno rodando en medio de la quebrada.

Pedro León Gallo Comandando las tropasPedro León Gallo luchaba con 2 heridas de balas en el cuerpo. Los Zuavos Constituyentes —donde iba el Capitán, Elías Marconi— arrojaron sus fusiles, y blandieron los corvos, y se dio comienzo a la fiereza atacameña que espanta desde entonces a las tropas enemigas. Los Buin –tropas consentidas de los santiaguinos, pero que no han superado hasta hoy en honra a los atacameños— se batían cuerpo a cuerpo, pero los Zuavos de Chañarcillo con sus corvos artesanales hicieron estragos en ese duelo.

Se combatía en toda la línea, entre los arbustos y las rocas desprendidas de los faldeos de la quebrada. En el horror de los corvos ensangrentados en el aire, las tropas del gobierno —otrora invicto— empezaban a retroceder. El combate llegaba hasta el río Elqui. Un barco inglés se balanceada en las aguas del Puerto de Coquimbo esperando a los derrotados.

Víctor Torreblanca —hermano mayor de Rafael— caía mortalmente herido entre sus soldados y cañones. También había muerto en el ala derecha, el creador de la Legión Huasquina, José Antonio Peña. Pedro León Gallo había sido herido en una oreja y, otra bala, en la chapa del cinto de la espada, lo llevaría años después a la muerte.

En cambio, el oficial ayudante del General Gallo, Bernardo Moreno, sobrevivió milagrosamente cuando era blandeado por sables de los soldados del Gobierno.

En su “parte de guerra”, Ramón Arancibia, señala que los prisioneros y dispersos del Gobierno ascienden a 400 soldados; ochenta muertos y más de cien heridos, incluido varios oficiales. Dice, Arancibia, respecto a las tropas Constituyentes, que hubo un jefe, siete oficiales, sesenta soldados heridos; cinco oficiales y cuarenta soldados muertos.

Pedro León Gallo, a pesar de sus heridas, ordena sepultar a los muertos, trasladar a los heridos a La Serena, tanto del gobierno como de los Constituyentes (2), luego, reúne a la tropa; les agradece y felicita por el triunfo, y deja muy claro que no aceptará ningún tipo de desmanes en la entrada a La Serena. Dice que no dudará en fusilar al que se atreva a realizar desmanes en la ciudad.

A las 4 de la tarde, las tropas de Atacama y Coquimbo, al son de “La Constituyente”, entran a La Serena. Desde los balcones le tiran flores y entonan canciones. El pueblo de La Serena se enfiesta. Los hombres más ilustres de La Serena acompañan a las tropas vencedoras: Pedro Pablo Muñoz, Santos Cavada, Vicente Zorrilla, Benjamín Vicuña Solar, Antonio Alfonso, Balbino Comella, Pío Fierro, Ignacio Alfonso, Wenceslao Varela, Guillermo Délano, Manuel Concha, Luis Román y muchos más.

Las señoritas serenenses, Inés y Antonia Ossandón, —ya conocidas por la esposa de Napoleón III—, le obsequian a Pedro León Gallo una bandeja, donde iba tejida la bandera Constituyente ondeando. Todavía sigue ondeando.

Arturo Volantines.

(1)Guerra Civil de 1859, Relación histórica militar; Francisco Javier Díaz, General de División, Santiago de Chile; Imprenta de la Fuerza Aérea de Chile, 1947.
(2)Cuadro Histórico de la Administración Montt, escrito según sus propios documentos; Valparaíso; Imprenta y Librería del Mercurio, 1861.





Magnífico estandarte,
Purísima bandera,
Celeste mensajera,
Del triunfo liberal!

Justicia es tu baluarte,
Tu galardón la gloria,
La redención tu historia,
y unión y libertad!”.







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