CRONOLOGÍA DE LA REVOLUCIÓN CONSTITUYENTE, POR VIDAL NAVEAS DROGUETT

10 marzo 2015 0 comentarios

En esta presentación el profesor atacameño don Vidal Naveas Droguett, con su Cronología de la Revolución Constituyente en 5 partes, nos presenta con detalles los sucesos más trascendentes ocurridos durante la Revolución Constituyente de 1859.

  "Como no me voy a sentir orgulloso de mi tierra y de mis antepasados mineros, que entregaron su vida y su sangre, para obtener los territorios mineros que hasta hoy sustentan nuestra Patria."

Vidal Naveas Droguett, el Gallo Atacamenyo.

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EL EJÉRCITO CONSTITUYENTE LIBERA A COQUIMBO

08 marzo 2015 0 comentarios

Por Arturo Volantines.

Después de los hechos de Copiapó, Caldera y Pichincha; Pedro León Gallo y su Estado Mayor decidieron marchar al sur. Tenían claro que la revolución sólo iba a triunfar si se extendía por todo el país; especialmente, en la provincia de Coquimbo, ya que ésta es hermana geográfica; originaria de muchos atacameños (Los Compadres); y tiene una larga historia de revoluciones y levantamientos, y algunos de esos caudillos aún vivían entre los campanarios.

El afiatado ejército que había pasado de quinientos a mil cien hombres —que fue elogiado por la profusa bibliografía militar de la época—, pero con pocas armas y algunas de éstas muy deplorables, partió al sur. Sin embargo, era un ejército uniformado y con la conducción de algunos militares de carrera, como el caso de Ramón Arancibia y como el mismo Pedro León Gallo, que en plena adolescencia fue parte de la Guardia Nacional (1848). Tampoco olvidemos que el Ejército Constituyente tenía algunos “brindados”, que son un aporte de Atacama a la Historia Militar, y que luego esta paternidad fuera disputada por franceses e ingleses. No se trata entonces de una típica “montonera” la que entraba a la vieja provincia de Coquimbo, sino de un ejército militar con grados, desde general hasta soldado, incluidos regimientos de líneas.

La fuerza que partía al sur estaba conformada por las siguientes oficialidades y regimientos: General en jefe; Pedro León Gallo, Jefe del Estado Mayor Coronel; Ramón Arancibia; Coroneles señores; Pedro Pablo Zapata y Pedro Pablo Muñoz, Guillermo Parker, Ramón Rojas Almeyda; Auditor, Andrés Maluenda.

Batallón Atacama N°1 de infantería (ex guardia municipal): Comandante, Coronel Salvador Urrutia; Capitanes señores, José Vallejo, Crisanto Urrutia, Alejandro Valdés Carrera, José Orrego, Ignacio Urrutia, José Mason, Nicomedes Palma; Ayudante, Isidoro Mason, con doscientos cuarenta soldados.

Batallón de infantería “Zuavos constituyentes”: Comandante, el Coronel don Olegario Carvallo, Teniente Coronel don Santiago Toro, Mayor don Olegario Olivares (entrenaría el Atacama N°2 del del ’79); Capitanes los señores, Elías Marconi (Fundador del primer Diario Atacama y héroe de Miraflores), Manuel J. García, y H. Navarrete, con ciento treinta y cinco individuos de tropa. Legión huasquina: Comandante, el Teniente Coronel don José Antonio Peña, Mayor don José Ramón Saavedra, con ciento ochenta individuos de tropa. Artillería (seis piezas): Comandante, el Mayor don Federico Waineski; Capitanes los señores, Ives María Coatalin y Alejandro Cató (ambos franceses).

Caballería: organizada por don Demetrio Torres, pero mandada por el Teniente Coronel don Cipriano Montalva y formada por ciento ochenta carabineros, los Lanceros N°1, con sesenta y los N°2, también con sesenta.

Figuraban, además, otros destacados oficiales: Quirico Romero, Manuel María Aldunate, Bernardo Moreno y otros. Además, la cantinera, Teresa de Guevara; el bagaje, que contaba con doce hombres, y con el Comandante que tenía catorce; el total del Ejército Constituyente era de mil setenta y siete hombres, con inclusión de los oficiales. Teresa de Guevara compartiría el destino de los líderes de la revolución y del exilio; y, luego, se refugiaría en la ciudad de Iquique. Ella dio inicio a la leyenda de las prodigiosas cantineras, que llenaron de gloria a Atacama. El 15 de febrero de 1859, las tropas revolucionarias asistieron a una “Misa de Campaña” en la plaza de Copiapó. Las tropas vestían de gran parada, dice, Mario Muñoz Guzmán (La Revolución de los Mineros; Apuntes Histórico y Leyendas de la Minería Chilena, en los Siglos XVIII y XIX, 1965).

Don Pedro León Gallo revistó a sus regimientos. El General montaba un soberbio caballo; vestía gorra negra galoneada de oro; levita azul con botones de oro; pantalón y chaleco blanco y faja de seda también blanca en cinto; botas napoleónicas y una brillante espada que llevaba en la mano derecha.

El cura leyendesco de Copiapó, Bruno Zavala, bendijo las insignias revolucionarias después de arengar a las tropas. Al paso de las tropas, y las copiapinas y los niños lloraban. El Estado Mayor estaba conformado por mineros; y, entre ellos, iba José Antonio Moreno, el “manco”, que perdería un brazo en esta guerra; y, más adelante, se haría legendario en el desierto de Atacama, como tantos otros copiapinos. Un poco antes había llegado a Pichincha, el hijo más notable de la historia de La Serena, don Pedro Pablo Muñoz. Este minero y benefactor de la Higuera, —que había luchado en todas las revoluciones anteriores después de la Independencia—, se incorporó como soldado; pero por su valentía, sapiencia, conocimiento militar y del terreno donde se combatía, fue ascendido a Coronel del Estado Mayor.

II

Hasta Chañarcillo las tropas viajaron en tren; y, luego, en varias jornadas, los Escalones en marcha, en intervalos de dos días, continuaron al sur. El 21 de febrero de 1859 llegaba el ejército a Vallenar. El Primer Escalón, que iba al mando de Pedro Pablo Muñoz, partió en dirección a la Higuera; paralelamente iban los carabineros, de Vallenar. El día 2 de marzo de 1859, las tropas atravesaron la Cuesta Pajonales, y entraron a la provincia de Coquimbo, lugar de reunión con la caballería. Este Escalón se componía, además, del Escuadrón de carabineros, una compañía del Primero de línea y un Escuadrón de Lanceros. La quinta jornada fue desde el Romeral (18 kilómetros al norte de La Higuera) hasta el poblado del mismo nombre. La artillería demoró mucho tiempo más en hacer esta jornada, a causa de la Cuesta de Pajonales.

Don Pedro Pablo Muñoz, en el Romeral, se informó que en la Higuera estaba estacionado el ejército gubernista, compuesto principalmente por granaderos a caballo. El caudillo serenense resolvió presentar batalla; trasladó a los carabineros con infantes a la grupa de los caballos, para que éstos se situaran en el Portezuelo de Buenos Aires, y cortar la retirada de la guarnición gubernista.

Un espía gubernista dio la alerta. Los revolucionarios tuvieron que enfrentar a una fuerza superior. Ese día, 4 de marzo de 1859, hubo muchas bajas entre las fuerzas revolucionarias, pero lograron derrotar a las tropas de gobierno.

El 10 de marzo todo el ejército revolucionario se concentró en La Higuera, donde día a día llegaban voluntarios de La Serena, y con ellos se reforzó el ejército, y después se formaría el Batallón Coquimbo N°1, con 300 plazas. Estas mismas fuerzas fueron muy útiles para el traslado de cañones y artillería.

En esos días, don Braulio Carvallo, hermano del Coronel de los zuavos había llegado de Santiago con salvoconducto del gobierno, para buscar la rendición del Ejército Constituyente. El señor Carvallo hizo muchos esfuerzos, para hacer desistir a Pedro León Gallo de proseguir la campaña, haciéndole notar, que los movimientos revolucionarios en otras partes del país habían fracasado. Aconsejaba al General Gallo volver al Huasco, disolver el ejército y escapar a Argentina. Pero, los revolucionarios por acuerdo unánime decidieron continuar hasta el último cartucho.

El General Pedro León Gallo marchó directamente hacia el sur con la infantería y caballería. Pedro Pablo Zapata marchó por el camino de la derecha con la artillería. Después de Quebrada Honda continuaron con mucha precaución hacia el sur, y se destinó como avanzada descubierta una Compañía de carabineros, por lo que la marcha se volvió cada vez más lenta. El Coronel Silva Chaves (Chávez) de las tropas de gobierno tenía su campamento como a tres kilómetros al norte de La Serena. Era sabido del odio y el desprecio que sentía Chaves por la tropas revolucionarias y que las consideraba de escaso valor militar.

El Ejército Constituyente encabezado por el Coronel Pedro Pablo Muñoz, al amanecer del día 13 de marzo de 1859, proseguía su operación ofensiva. Se esperaba una batalla en las próximas horas. Adelante iba el Primero de Línea de Atacama; luego, la Legión huasquina y los Zuavos constituyentes de Chañarcillo; enseguida, el Batallón cívico de Copiapó y, luego, la caballería y los carabineros.

El General Gallo tomó la resolución de seguir hasta las mediaciones de la Serena, a unos seis kilómetros y medio, y desde allí, tomar un camino de la izquierda, siguiendo después por cerros y faldeos hasta el Brillador, al este de Las Compañías, alejándose del mar. Entremedio de esos arenales del llano, en el lado este de la Quebrada de Los Loros, formó su tropa. La bandera constituyente de azul petróleo, con una estrella dorada en su centro y orlada de hilos también de oro, bordada por mujeres de Copiapó, ondeaba suavemente en el centro de las tropas revolucionarias.

Sobre su caballo moro; Pedro Pablo Muñoz atisbaba hacia su ciudad amada, que la cubría la niebla y el mar de Punta de Teatinos. Imponente, dejaba que su caballo pastara y que una leve garúa le tocara su traje de oficial de pantalón y chaleco blanco, levita azul, sombrero de paño de copa alta de color verde oscuro con una pluma al lado. Estos sombreros se llamaron Constituyentes, pero que en Francia eran conocidos con el nombre de D´dartagnanes o tiroleses. (Historia de la Revolución Constituyente (1859-1859), Pedro Pablo Figueroa; Santiago, Imprenta Victoria, de H. Izquierdo y Ca., San Diego 71; Santiago, 1889).

El Coronel, Pedro Pablo Muñoz tenía 31 años; era levemente calvo, de barba tupida; de ojos verdes claros y de miraba profunda; de orejas pequeñas; delgado, de tez española y trigueña; cabellos castaños, levemente canoso; de rostro suave y reposado y de labios también delgados; pero su cuerpo y rostro transmitían mesura y firmeza.

Pedro Pablo Muñoz sentía, desde ese lugar, el sonar de las campanas de las iglesias de La Serena; sabía que ni él, ni Pedro León Gallo, ni las tropas revolucionarias volverían a ser los mismos. Tampoco, su ciudad de La Serena, Y, espoleó a su caballo; y las tropas avanzaron entonando “La Constituyente”, orquestada por una pequeña banda italiana.
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