El poder lograr que la revolución de las oportunidades no sea sólo musica celestial para los oidos de la gente, en especial para la de regiones, sino mas bien una realidad concreta que le permita a cada habitante de una región sentirse parte del desarrollo, sin duda es una tarea decisiva para los regionalistas.

No es sustentable el seguir con un país que esta de espaldas a los territorios y donde solo unos pocos, pero muy bien ubicados, tienen derecho a cortar el queque, más aun cuando en ese trance, en lugar de hacerlo bien, se lo pasan en discusiones bizantinas que rara vez aportan algo al país.

Para llevar adelante un proceso de cambio social, como el que Chile requiere, que nazca desde las regiones y su gente, es necesario generar un liderazgo efectivo y colectivo que, consiga desafiar a las personas para que sean estas las que salgan a enfrentar sus problemas, dejando atrás la comodidad del satus quo y el discurso sin compromiso.
Cualquier persona puede ejercerlo y lo hará bien en la medida que sepa de que se trata y si utiliza las estrategias adecuadas. Es imposible pensar en resolver el centralismo, si las personas afectadas por este flagelo, es decir quienes habitan en los terriotrios regionales, no se hacen responsables de su solución.

Generalmente ejercer el liderazgo es nadar contra la corriente, más aun tratándose de un tema de dominación territorial, donde es necesario vencer múltiples ligazones con los poderes, cúpulas e intereses centrales que alcanzan a las personas en distintos ámbitos. Es precisamente este factor y el grado de dificultad impliscito, lo que hace más atractiva esta situación, dado el proceso de selección natural que permitirá seleccionar a los mejores. Así, los que resistan los embates, en cada comuna y región, si bien serán pocos, con esa dura experiencia podrán sentar las bases de un movimiento político regionalista, el cual sin lugar a dudas, permitirá al país progresar incorporando la creatividad y esfuerzo de toda su gente.