DE LA MAYOR GESTA DEL NORTE INFINITO ATACAMA Y COQUIMBO. LA BATALLA DE LOS LOROS O BATALLA DE LOS CORVOS. MEMORABLE TESTIMONIO DE LOS LUCHADORES POR LA CONSTITUYENTE
19 marzo 2014
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A
155 AÑOS DE LA BATALLA DE LOS CORVOS
Publicamos testimonio presencial del hecho revolucio
Este es el testimonio de Ramón Arancibia, Comandante del Estado Mayor del Ejército Revolucionario de Pedro
León Gallo, en torno al desarrollo de esta Batalla.
PARTE OFICIAL DE LA BATALLA
DE LA COMPAÑÍA
(Imprenta El Cosmopolita, (Director: Manuel Concha, La Serena), 21 de marzo de 1859).
(Quebrada de Los Loros, Coquimbo).
Ramón Arancibia (1),
Jefe de Estado Mayor.
Al
Señor General en jefe de la División Libertadora del Norte, don Pedro León Gallo Goyenechea:
Cumpliendo con mi deber paso
a dar cuenta a US., de la batalla que el lunes 14 del presente tuvo lugar en el
sitio denominado “La Compañía”.
Al amanecer partiendo del
sector las Escobas, donde habíamos descansado una hora emprendimos nuestra
marcha hacia esta ciudad.
El Capitán Montes, con
treinta Carabineros montados, presidía a la división que avanzaba en columnas
por mitades con la artillería al centro y guardando su flanco izquierdo con dos
escuadrones de caballerías.
A las seis de la mañana,
nuestra descubierta nos dio aviso que el enemigo estaba a tiro de cañón en la
parte baja del llano.
Inmediatamente, se dio orden
al Capitán Montes de emprender lentamente su retirada hacia el grueso del
ejército, a medida que el enemigo avanzara, sin perderlo de vista. Al efecto,
la descubierta formó un cordón desde la cadena de cerros que teníamos sobre
nuestra izquierda, hasta un pequeño morro que cierra el llano por el costado
derecho, cubriendo una extensión de diez cuadras más o menos.
Entre tanto, la división
continuó su marcha al paso redoblado para ganar el camino que corre paralelo al
cerro Brillador, que debía de servir de punto de apoyo a nuestra ala izquierda,
si el enemigo nos ganaba el frente; para cubrir la retaguardia o si nos salía a
través o para apoyar la derecha si nos atacaban por la retaguardia.
Después de veinte minutos
que marchábamos en esta forma, el enemigo avanza en línea recta en la dirección
de nuestro punto de partida, por manera que lo habíamos dejado a retaguardia,
teniendo expeditos los caminos del Romero y el de La Serena.
Al Nor-Oeste de esta ciudad y
a distancia de una legua, hicimos un alto. El enemigo avanzaba hacia nosotros,
cubierto por un batallón desplegado en guerrilla. Para contenerlo y dar tiempo
a que marchase nuestro ejército, US. dispuso que dos compañías de infantería,
una del batallón de línea al mando del capitán Puelma y otra de los Voluntarios
de Atacama, formasen un cuerpo de guerrilla bajo la orden del que suscribe,
teniendo orden de cubrir la marcha del ejército batiéndose en retirada.
De
estas dos compañías que formaban un total de 112 hombres, dejé de reserva la 2ª
desplegando la 1ª, en guerrilla por el flanco izquierdo y habiendo
inmediatamente ubicado de frente sobre el centro adelantando el ala izquierda,
quedé dando el frente al enemigo y ocupando la parte baja del llano, teniendo
por la izquierda y retaguardia un barranco profundo, y por la derecha el cerro
Brillador, por cuya falda debía emprender la retirada cuando fuese necesario.
De esta manera, esperando a pie firme al enemigo, la División desfiló a mi
espalda en esta forma: el batallón 1ero de línea de Atacama, a la cabeza; el
batallón Cívico de Copiapó; el batallón Zuavos; la Brigada Constituyente de
artillería y el batallón Voluntarios de Atacama.
Los escuadrones de caballería
seguían al costado izquierdo, a la misma altura y en línea paralela a la
infantería. La circunstancia de ser el terreno escabroso y cortado por
barrancos que nos estrechaban entre el río y el cerro haciéndose difícil el
paso de la artillería, parque y bagajes hizo que la marcha fuese lenta y que,
cuando el enemigo habido desplegado en guerrilla las columnas que en masa cubría
con su primer batallón de tiradores, presentando un frente de más de una milla
en que avanzando sus alas formó un semicírculo que envolvía a mis pocos
tiradores, la División sólo hubiese avanzado unas diez u ocho cuadras.
En ese
estado, como a las 8, el enemigo rompió el fuego en toda su línea y nuestra
División hizo alto. Durante media hora mi guerrilla sufrió un fuego nutrido de
fusilería, sin contestar un sólo disparo, hasta que, llegando los contrarios a
la distancia de una cuadra, mandé a romper el fuego. En un momento me hice
cargo de la mala posición que ocupaba, estando dominado por los fuegos del
enemigo y separado del grueso de la división por un barranco cortado a pique.
No obstante, para darle tiempo a que siguiera su marcha al Romero, mantuve mi posición media hora. A las ocho y media me hallaba casi rodeado por todo el ejército enemigo y se hizo preciso variar de colocación. Hice que mi reserva virara al barranco, y cambiando de frente a retaguardia, retirando el ala izquierda de mi guerrilla, la dejé colocada en una línea cuasi perpendicular al centro enemigo, teniendo el barranco por medio. Allí mandé fuego en retirada con el fin de atraerlo hacia nuestro terreno, lo que en efecto se consiguió.
Marchábamos en esta disposición cuando S.S. mandó una pieza de artillería hacia
mi izquierda, para romper sus fuegos sobre el centro enemigo, lo que hizo con
una destreza admirable. Viendo la brecha que abría en los contrarios y que les
hacía plegar su línea a los costados, mandé avanzar toda mi reserva, y pedí,
por medio de varios ayudantes, una caballería para cargarlos por el flanco
derecho.
Eran tan certeros nuestros tiros y tal la posición que el enemigo
ocupaba, a haber recibido el pequeño auxilio de caballería que solicitaba con
instancia, la batalla se habría terminado sin haber empeñado por nuestra parte
un soldado más; pero faltándome ese auxilio, el enemigo pudo ganar el cerro con
su ala izquierda, mientras que su derecha salvaba el barranco. Entonces, para
no ser totalmente envuelto, mandé desfilar por el flanco izquierdo, haciendo
fuego sobre la derecha.
La sangre fría y el orden de
nuestros guerrilleros en esa marcha difícil fueron dignos de todo elogio. Entre
tanto, el ala derecha de los enemigos llegaba ya al frente de nuestra división,
y US., dispuso que la compañía de cazadores del batallón cívico con la 3ª y 5ª
avanzaran al camino y el medio batallón de la derecha, atacara al centro.
Mientras este valiente cuerpo cruzaba sus fuegos con el ala derecha del
enemigo, el resto del batallón Voluntarios de Atacama marchó hacia la derecha
de nuestra línea, para combatir el ala izquierda contraria, que nos iba
dominando por la falda del cerro.
Inmediatamente, la 1ª
compañía de Zuavos marchó a apoyar el flanco derecho del batallón cívico; dos
piezas de artillería se colocaron a la izquierda de nuestra línea para
contestar los fuegos de las que el enemigo había situado sobre la derecha; otra
se apostó en el centro, un poco a retaguardia para hacer fuego sobre la derecha
y desalojar al enemigo de la eminencia que ocupaba su izquierda; y la 4ª,
siguió siempre al costado izquierdo de nuestra guerrilla.
El batallón de línea y la 2ª
compañía de Zuavos quedaron de reserva en la falda del cerro, sobre el costado
izquierdo de nuestra línea de batalla, hasta el momento en que se les dio la
orden de entrar en acción avanzando de frente sobre el centro enemigo.
En esta forma, continuó el
combate hasta las once de la mañana. A esta hora, el ala derecha del enemigo se
había replegado en gran parte sobre nuestra izquierda, amenazando envolverla,
mientras que una parte de su artillería lanzaba sus proyectiles sobre nuestra
reserva.
A esta hora, para desalojar
al enemigo de la izquierda que se hallaba comprometida, unos 30 lanceros al
mando del capitán mayor Saavedra, juntos con la 2ª compañía de Zuavos, cargaron
el ala derecha enemiga hasta desalojarla del punto que ocupaban. Pronto, la
artillería enemiga quedó en nuestro poder, con todos sus pertrechos de guerra.
Desde este momento, ya no se pensó en coordinar movimiento alguno: a los gritos
de carga de nuestros bravos, a su impetuosidad, la turbación del enemigo llegó
a su colmo.
Abandonados por su jefe,
acosados por los nuestros, el enemigo emprendió su retirada, que pronto se
convirtió en derrota completa.
La última carga que dio
nuestra derecha, dirigida en persona por US., y efectuada por mi guerrilla y el
batallón voluntario de Atacama, completó la derrota de los enemigos en su ala
izquierda; como la que al momento dirigieron al comandante Saavedra y varios
otros jefes con los Zuavos, Cívicos y de Línea, que no habían perdido un
momento, su posición completó la derrota de su derecha.
A las doce nuestro triunfo
era completo, quedándonos expedito el camino a La Serena de la que tomamos
posesión en medio de vítores del pueblo, como a las tres y media de la tarde.
Nuestra tropa, debilitada
por la marcha larga y penosa, rendida de cansancio y de necesidad, no se
hallaba en estado de perseguir al enemigo que huía hacia el puerto de Coquimbo;
el que por otra parte, marchaba en buenas cabalgaduras.
Toda la artillería enemiga,
compuesta de cuatro magníficas piezas, más de cuatrocientos fusiles y rifles,
pertrechos de guerra, de toda clases, vestuario, cajas de guerra, cornetas,
algunas espadas y más de ciento ochenta prisioneros; incluso, un jefe de
batallón y cinco oficiales quedaron en nuestro poder.
Al entrar en combate, las
fuerzas enemigas contaban de 1.600 hombres de todas armas. Sin contar los
prisioneros y los dispersos que ascenderán a 400 hombres más o menos, han caído
valientemente muertos en campo de batalla, incluso algunos oficiales y más de
cien heridos. Por nuestra parte hemos tenido a más de SS.ª, un jefe, siete
oficiales y sesenta y tres individuos de tropa.
El solo prisionero que nos
hicieron fue el bizarro ayudante de E. M., don Bernardo Moreno, cuya
impetuosidad lo llevó al centro de las filas contrarias.
No me detendré en recomendar
el mérito distinguido de cada uno de los jefes, oficiales y soldados de nuestro
ejército, puesto que US. conoce su impetuosa bravura.
El dolor que llena mi alma
por la pérdida de nuestros nobles compañeros, muertos por la santa causa que
patrocinamos, neutraliza el placer que debíamos sentir por la victoria,
impidiéndome el ocuparme de detalles y tantos hechos heroicos como a cada paso
presenciamos en nuestras filas.
Inmortalizados quedarán
nuestros héroes y encumbrada la gloria de Atacama y Coquimbo.
RECOPILACIÓN.
Arturo Volantines Reinoso, el
poeta de la nueva revolución atacamenya.
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